María José Muñoz-Peirats entrevista a Antonio Estevan - El Turia debe volver a Valencia
Levante, 7 de enero de 2007
Antonio Estevan es un ingeniero industrial que se proyecta más allá de su profesión: trabaja en la red de consultores gea21, especialista en planificación territorial y ambiental, es miembro fundador de la Fundación Nueva Cultura del Agua. En el 2005 diseñó el cambio de toma del trasvase Júcar-Vinalopó y defiende el retorno del Turia a Valencia.
El dilatado currículo profesional de Antonio Estevan escapa a estas líneas. Tiene la filosofía de un ecologista puro, movimiento al que pertenece desde los años 70. Sus publicaciones se distribuyen en 16 libros y más de 100 artículos. Su legendaria tenacidad le lleva a planificar y hacer realidad sueños que parecen utópicos.
- ¿Es usted un visionario, un apóstol o un hechicero?
- Nada de eso. Procuro ser un ingeniero metódico, realista y sobre todo tenaz en la defensa de las cosas que me motivan. De esa forma a veces se consiguen metas que parecían imposibles, pero le aseguro que es a base de trabajo, no de magia.
- ¿Cómo es esa ciudad que perdió su río?
- La Valencia de hoy es muy distinta de la de 1957, afortunadamente. Después de la riada recuerdo que mucha gente quería que sacaran el río de la ciudad, y el miedo se mantuvo durante décadas. La eliminación del río tuvo algo de castigo, de venganza por lo que el Turia le había hecho a Valencia, porque no era necesaria: se podía haber construido el nuevo cauce para derivar las avenidas manteniendo el río, ya bien controlado, dentro de la ciudad. En todo caso creo que la ciudad de hoy, desarrollada, madura y con grandes ambiciones culturales, ya ha superado aquel trauma y no debe aceptar como irreversible algo tan grave como la pérdida de su río.
- ¿El retorno del río a su viejo cauce eliminaría el gran paseo en el que se ha convertido?
- Todo lo contrario. El Turia, en sus aguas bajas habituales, apenas tenía siete u ocho metros de anchura antes de ser desviado. El viejo cauce tiene más de 150 metros y ahora las avenidas o aguas altas ya no lo inundan, pues se desvían por el nuevo cauce. Al no haber riesgo de riadas, el tranquilo fluir del río por los Jardines del Turia no sólo no los perjudicaría, sino que los enriquecería con todas las oportunidades y los valores paisajísticos que brinda la presencia de un río. El retorno del Turia devolvería a Valencia, que es una ciudad de origen fluvial, un elemento simbólico esencial, que nunca debió perder. Además, el río es por naturaleza el elemento vertebrador del sistema del Bajo Turia, integrado por el Parque Natural del Turia, el Parque de Cabecera y los Jardines del Turia.
- ¿A los políticos les podría interesar quizá esta «misión» de hacer volver las aguas a su cauce?
- Este es un proyecto para políticos con sensibilidad histórica, estética, cultural y ecológica. Creo que en la política valenciana hay personas con esas sensibilidades, y capaces de entender la necesidad de rehabilitar el patrimonio fluvial valenciano, como lo vienen haciendo últimamente todas las ciudades que tienen la suerte de contar con un río. Si hace treinta años Valencia perdió el río Turia, clave de su historia y de su identidad, ganando a cambio un magnífico parque urbano, ahora puede recuperar el río y tener las dos cosas, el río y el parque, conviviendo en perfecta armonía.
- En otra parte del río, bajo un puente, malviven grupos de emigrantes en condiciones estremecedoras. ¿Estamos dividiendo el río en dos mundos, como la vida?
- Efectivamente, lo que ocurre en esa zona del cauce, arriba y abajo, es un reflejo en pequeña escala del mundo que hemos llegado a crear después de varios siglos de colonialismo, imperialismo y desarrollo desigual. Afrontar ese problema es la principal tarea global del siglo XXI, y si se fracasa en ella no habrá un futuro que merezca la pena para nadie. Mientras tanto, aquí y ahora, es incomprensible que no se hayan adoptado medidas para alojar a esas personas y proporcionarles unas condiciones de vida dignas.
- ¿Podría resumir brevemente el conflicto del trasvase Júcar-Vinalopó, ahora que ya ha finalizado?
- Es fácil: los promotores urbanísticos de Alicante querían apropiarse del agua del Júcar que pertenece por derecho histórico a las comarcas de la Ribera, y las mantiene tal como son. Esto se vio claramente en la manifestación de septiembre de 2005 en Alicante, cuando Camps, en lugar de mediar entre valencianos y alicantinos como era su obligación, tuvo que plegarse a los poderes fácticos de Alicante y encabezar la manifestación junto a la plana mayor del PPCV, incluida la alcaldesa de Valencia.
- Según usted, el PP tiene mucho que ocultar en materia de agua en la Comunitat Valenciana.
- Es que ha seguido un camino muy equivocado. Los regantes del Júcar están indignados por cómo se les ha tratado, y los del Vinalopó comienzan a ver que también han sido utilizados. Xúquer Viu se ha consolidado en la Ribera de modo sorprendente en menos de tres años. Ahora el PP ya no tiene más remedio que avivar a diario la guerra del agua para intentar que el montaje no se le caiga antes de las elecciones de mayo. Por eso sigue agitando la escena soltando un disparate tras otro: que si el agua del Ebro sería baratísima porque bajaría sola desde Tortosa a Valencia, que si las desaladoras convertirán el Mediterráneo en el Mar Muerto... La última ocurrencia es que la desaladora de Torrevieja consumirá el 60% de la electricidad producida en Cofrentes. ¡Qué más quisiera Iberdrola! En realidad no llega al 4%.
- ¿Las desaladoras son tan buenas como dicen unos o tan malas como dicen otros?
- Este es un tema que conozco bien como ingeniero. Sus ventajas son la absoluta fiabilidad del suministro y la excelente calidad del agua que producen. Sus inconvenientes son su consumo energético y su coste, que son elevados, aunque inferiores a los de los grandes trasvases, como los del Ebro o el Ródano. Las afecciones al medio marino, y en concreto a la Posidonia oceanica, están resueltas desde hace años. La desalación ha de ser aplicada con prudencia para no estimular aún más la expansión urbanística en el litoral.
- ¿Cómo se observa desde la Unión Europea el problema español del agua?
- Las instituciones europeas están hartas de verse implicadas en conflictos españoles sobre el agua, y en general en conflictos ambientales originados en España. La Comunitat Valenciana tiene el dudoso honor de ser la zona que más conflictos genera, hasta el punto de que el diputado europeo Sir Robert Atkins, del partido conservador británico, declaró hace poco que habría que cambiar el nombre a la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, llamándola Comisión de Valencia.
- Como miembro fundador de la Fundación Nueva Cultura del Agua, ¿modifica nuestras conductas esta nueva cultura?; ¿es una asignatura pendiente en la escuela?
- Los datos más recientes que tenemos nos están deparando algunas sorpresas. Resulta que la ciudadanía es ya muy consciente en el uso del agua y sigue mayoritariamente los consejos de ahorro en la ducha, las lavadoras, etcétera. Pero mientras tanto se siguen diseñando parques y rotondas a base de césped, construyendo campos de golf innecesarios, o creando nuevos regadíos subvencionados. La Nueva Cultura del Agua es una asignatura pendiente, pero más que en la escuela, en las administraciones, las universidades y las empresas.
- ¿Aconsejaría como bebida el agua del grifo o el agua mineral?
- Con buenos recursos y buena gestión es posible mantener una buena calidad del agua del grifo. Yo he vivido treinta años en Madrid y lo puedo asegurar. El caso de Valencia es el opuesto: la sobreexplotación del Júcar en La Mancha rebajó la calidad del agua del Júcar, que era excelente, y ahora, en lugar de corregir esa situación, se suministra más agua del Turia, cuya calidad es inferior a la del Júcar. El agua del grifo en Valencia sigue siendo plenamente potable y segura, pero ya no sabe bien y mucha gente se está pasando al agua embotellada.
- ¿Existen depuradoras contra la corrupción?
- Este es un tema muy grave, pero peores aún pueden ser las consecuencias de las generalizaciones del tipo «todos los políticos son iguales», que alejan a la gente de la política y de la comunidad. Yo me he pasado la vida trabajando para administraciones públicas, dentro y fuera de España, y he encontrado muchísimos más políticos honestos que corruptos. La mejor depuradora contra la corrupción sería aquella que castigara con toda severidad tanto a los corrompidos como a los corruptores, cosa que por desgracia pocas veces ocurre, ni con los primeros ni menos aún con los segundos.
- Su empresa Gea21 se presenta como un grupo de estudios y alternativas cuya práctica trata de integrar los aspectos ambientales, sociales y urbanísticos. Según su visión, ¿cuál sería la ciudad ideal?
- En nuestro trabajo tratamos de integrar esos aspectos, pero también los económicos, intentando conseguir que ante cada problema la alternativa más sostenible y más justa sea también viable. Esto se puede conseguir con más frecuencia de lo que parece, aunque no siempre, claro. Sobre la ciudad ideal hemos discutido mucho, y no creo que lleguemos a ponernos de acuerdo. Cada persona tiene su ideal de ciudad (o de pueblo, o de campo), y lo que hay que procurar es que cada una pueda vivir en la estructura de población que prefiera, y que todas éstas funcionen de un modo convivencial y amigable con el medio ambiente.
- ¿El atentado de Barajas va a enrarecer aún más las relaciones entre los partidos políticos?
- Las primeras reacciones parecen haber ido en esa dirección, pero esperemos que se deba al nerviosismo del momento. Si las cosas continuaran en esa línea sería muy lamentable, pues lo que pretenden quienes cometen este tipo de salvajadas es precisamente hacer irrespirable el ambiente social y político en Euskadi y en el conjunto de España, y lo último que habría que hacer es ayudarles a conseguirlo.
- Usted está inmerso en el mundo de la ciencia y la técnica, rozando la metafísica. ¿Existe un más allá?
- ¿Cómo quiere que lo sepa? Cuando los humanos vamos analizando y desentrañando los problemas del mundo físico, hasta ahora siempre hemos llegado a un punto en el que no podemos continuar, porque supera nuestra capacidad de comprensión. Si eso seguirá así para siempre, o no, es algo que no podemos saber. Yo me limito a constatar estos hechos.
- Después de tantos años de actividad social y profesional en torno al medio ambiente, y viendo cómo están las cosas, ¿no tiene la sensación de estar clamando en el desierto?
- En el ecologismo hemos conseguido victorias nada desdeñables, pero comparando el estado ambiental actual del planeta, o simplemente de nuestro entorno inmediato, con el que se percibía a finales de los años sesenta, cuando comencé a acercarme a estos temas, el balance es deprimente. Nuestro modelo occidental de desarrollo ha estado literalmente destruyendo el planeta, y después de haberlo implantado no tenemos derecho a quejarnos de que los llamados países emergentes (China, India, Indonesia, etc.), con miles de millones de habitantes, estén siguiéndonos e incluso traten de adelantarnos por esa misma senda insostenible. Hace tiempo que ya no me pregunto si los ecologistas clamamos en el desierto, sino cómo estarían las cosas si no hubiéramos estado clamando, en el desierto y en todas partes, desde hace cuatro décadas.
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