José María Martínez-Hidalgo y Terán - La regata histórica de Venecia

 

http://www.venezia.net/venezia/feste-veneziane.htm

 

Una tradición de ocho siglos

En Venecia se celebra cada año, el primer domingo de septiembre, un espectacular desfile de embarcaciones, seguido de regatas a remo de antiquísima tradición, aunque con tres versiones.

Por una, se remonta nada menos que al 31 de enero del año 942, cuando cierta horda de piratas eslavos asaltó la catedral, que todavía no era San Marcos, sino San Pietro di Castello, llevándose a viva fuerza doce jóvenes desposadas. Repuestos de la primera sorpresa, los venecianos salieron en persecución de los asaltantes, y gracias a sus rápidas embarcaciones lograron capturarlos. De este llamado «Rapto de las Marías» nació la versión más encantadora de las históricas regatas venecianas.

Otra dice que se empezaron a organizar con carácter oficial en 1315, precisamente el 25 de enero, fecha en que se conmemora la conversión de San Pablo, y su fin era adiestrar remeros para las galeras, amparo del floreciente comercio marítimo veneciano.

Y la tercera explicación, menos romántica, las atribuye a la competencia establecida por los hortelanos de las islas próximas para ser los primeros en ofrecer sus productos en los mercados de Rialto.

Pero de las tres versiones, la primera es la más bella y en su favor hay el hecho de que todos los años doce jóvenes embarcaban en góndolas ricamente engalanadas con flores y empavesadas. La primera en llegar al sitio del rapto recibía un premio del dux en medio de aclamaciones de la multitud allí congregada.

Del siglo XII, concretamente de 1171, se tienen ya referencias históricas de estas competiciones venecianas a las que se daría el nombre de regatas, adoptado luego mundialmente para cualquier pugna de velocidad entre embarcaciones, sea a remo, vela o motor. En el siglo XV las hubo y con bastante éxito, reservadas para mujeres, y en el XVIII, el buen humor véneto las organizó también para enanos, jorobados y quienes hubieran cumplido los sesenta años, entonces ancianos, pero hoy, ¡ja! ¡ja!, a esa edad se ganan regatas olímpicas. ¡Ánimo, pues!

Aunque haya tenido períodos de decadencia, la regata nunca se ha suspendido y goza del fervor popular. Por todo el Canal Grande el público invade balcones, terrazas y bocacalles para admirar, primero el fastuoso cortejo marítimo que discurre por él, en evocación de la entusiasta acogida dispensada a Caterina Cornaro, reina de Chipre: los Cornaro eran una ilustre familia de Venecia, en la que hubo varios dux y Caterina fue reina de Chipre al contraer matrimonio con Jacobo de Lusignan, en 1468, y al quedar viuda se hizo cargo del Poder.

Abren el desfile las «disdotona» y «dodesona», embarcaciones de dieciocho y doce remeros, arbolando a popa el confalón de San Marcos y siendo escoltadas por dos galeones. La parte más espectacular la ofrecen doce «bissone», falúas decoradas a proa y popa con cabezas de dragones y otros animales fantásticos, que desfilan majestuosamente arrastrando unas largas colas de paño decorado con pedrería y galones de oro, todas como parte del cortejo de la «Serenissima», la mayor de las «bissone», portadora de los estandartes de las otras tres repúblicas marineras, Génova, Pisa y Amalfi, con las que en tiempos pasados, particularmente con Génova, no se anduvieron con tantos cumplidos.

 

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Sigue la «bissoncella» de honor con personajes evocadores del dux y la dogaresa, acompañados de góndolas de los más variados colores, llevando a su bordo la legión de comparsas que representan a los altos dignatarios de la Señoría y embajadores de todo el mundo oriental para el que Venecia era la puerta de Europa, una puerta por la que salió y volvió a entrar Marco Polo con sus sensacionales noticias. La riqueza y propiedad de la vestimenta está a la altura de lo que se ofrece en los mejores teatros del mundo.

En cuanto a las verdaderas regatas, empiezan por las de «venete» de cuatro remeros, a las que siguen las de «caorline» de seis bogadores. El momento cumbre es el de la regata de «gondolini», embarcaciones ligerísimas pintadas de diversos colores y movidas por dos hombres. Como abunda la superstición de que hay colores gafes y colores afortunados, se sortean las nueve embarcaciones que, en medio de la pasión rayana en fanatismo de los partidarios de unas y otras, recorren todo el Canal Grande desde el Bacino S. Marco hasta Santa Chiara, en las cercanías del Piazzale Roma; aquí montan una baliza, una estaca clavada en el fondo, el «paletto», hasta la meta establecida a la altura de Ca'Foscari, en total unos siete kilómetros. Los cuatro primeros reciben banderas de seda de color rojo, blanco, verde y azul, bordadas de oro. También es tradicional que el cuarto reciba «il porchetto», un cochinillo que pone fin a la fiesta con una inmensa carcajada.

 

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