Juan Manuel Grijalvo  -  Perdurabilidad

 

Ultima Hora,  16 de agosto de 2004

 

http://www.culturaclasica.com/cultura/faros_en_hispania.htm

 

"A principios del siglo II, Cayo Servio Lupio construyó un notable faro a la entrada de Brigantium que debió costar una pasta a Roma y demuestra la importancia que los "americanos" de entonces concedían a aquel puerto, situado en plena ruta de Britannia. Casi dos milenios después, otra delegación imperial llegada de allende el Mar Tenebroso recorrió la costa norte de Hispania para ubicar una refinería y, como en el caso del faro, Brigantium se llevó el gato al agua. Ahora se llamaba La Coruña, pero el puerto seguía manteniendo una envidiable situación estratégica a caballo de casi todas las rutas marítimas europeas y, sin duda, el bueno de Cayo se habría sentido encantado al comprobar que, aunque muy cambiado, su faro seguía allí".

Luis Jar Torre, "El castañazo"

 

Ya sabe usted que los romanos construían "obras de romanos", edificios perdurables pensados para cumplir su función durante siglos con un mínimo de mantenimiento. Acueductos, presas, templos, termas, murallas, torres... Una buena cantidad de ellos han resistido hasta hoy. No tiene nada de particular. Muchas obras romanas funcionaron sin mayores problemas durante ochocientos años. Y las demás no se cayeron solas. Hizo falta que vinieran los vándalos a derribarlas. Si la brigada municipal hubiera seguido arreglando los desperfectos, estarían en marcha como el día de la inauguración.

Hay quien dice que los romanos construían de esa manera porque sus conocimientos matemáticos no les permitían calcular la resistencia de las estructuras. Según esa tesis, las hacían muy sobredimensionadas para tener siempre un buen margen de seguridad. Esto llega hasta el punto de que bastantes puentes romanos han resultado lo bastante robustos para resistir sin problemas el paso - y el peso - de los vehículos de hoy en día.

Pues ya ve usted, esa idea es muy probablemente inexacta. Los ingenieros romanos que construían catapultas de torsión usaban unas reglas empíricas para minimizar el peso y el tamaño de las máquinas, rindiendo la máxima potencia y alcance. Ya ve usted que hubieran podido aplicar reglas parecidas a las presas, a los puentes y a los demás edificios. Sólo que no les daba la gana. A largo plazo resulta mucho más rentable y sostenible. En vez de hacer un puente nuevo cada pocos años, cada generación invierte en futuro construyendo una obra perdurable. Acabaron teniendo un conjunto de infraestructuras muy sólidas, con un mantenimiento fácil y barato, que se incrementaban a medida que crecían las necesidades de la población.

Nosotros hacemos todo lo contrario. Un edificio de cincuenta años ya es vetusto. Se considera normal que se desplome solo, de corrosión, de aluminosis o de pura desidia. Y es que ahora mismo, el dilema entre reemplazar y reparar ya ni se plantea. Un teléfono móvil montado por una cadena de robots se compone de multitud de piezas diminutas. Un técnico humano necesitaría un microscopio para verlas, si tuviera de hacer una soldadura o cualquier tipo de reparación. Considerando el coste de la mano de obra especializada, no resulta económico. Se desecha el objeto entero y yattá. Esto es así porque nuestro curioso sistema económico no concede un valor intrínseco a las materias primas. En sí, son gratis: sólo se contabiliza el coste de extraerlas. Como están ahí, son nuestras, las cogemos, las usamos y yattá. Las generaciones futuras, "if any", como dicen los ingleses, no estarán muy contentas con esta forma de actuar.

De manera que bien puede ser que las minas del futuro sean nuestros basureros. Están llenos de materias valiosas que cada vez son más difíciles de encontrar en yacimientos naturales, porque los vamos agotando uno tras otro. Tal vez el futuro vea unos robots del tamaño de conejos, que excavarán en nuestra basura para "comerse" los chismes electrónicos y convertirlos en "bolillas" procesables. O tal vez haya grandes máquinas con acceso a gigantescas bases de datos que contendrán los esquemas constructivos de esos teléfonos móviles que estamos desechando tan alegremente ahora mismo, para desmenuzarlos en fragmentos microscópicos y reutilizar los materiales. Habremos de archivar planos detallados de todo este aparataje indestructible. Lo estamos desparramando por nuestro entorno, porque eso también sale gratis. Si ponderásemos el verdadero coste de reciclar los materiales, o de abandonarlos en cualquier sitio, muy probablemente esto de reemplazar en vez de reparar no sería tan buen negocio.

Otro día, si usted quiere, podemos hablar de cómo se aplicaba la filosofía de los ingenieros romanos a la construcción de carreteras. Eso nos dará un punto de comparación muy útil para contrastarlo con lo que se hace hoy. O mejor dicho, con lo que no se hace...

juan_manuel@grijalvo.com

 

Si le gustan los faros, mírese esto:

http://www.plisson.com/

 

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