Juan Manuel Grijalvo - Tranvía

Ultima Hora, 13 de junio de 2004

El día 25 de septiembre de 2003, el ayuntamiento de Vila celebró un acto público en Ca'n Ventosa. Georgina Andreu nos habló de movilidad sostenible, y Paco Medina del tranvía del Baix Llobregat, más conocido como Trambaix. El acto terminó con un coloquio un tanto bizantino: al menos en teoría, allí todos éramos acérrimos partidarios del transporte público. El concejal de Medio Ambiente, Juan Manuel Rubio Córdoba, puso la guinda pronunciándose a favor de implantar el tranvía en Eivissa.

El 12 de mayo de 2004 hubo otra presentación parecida, con más asistencia que en septiembre. Esta vez, el ayuntamiento propuso un pacto para la movilidad sostenible y segura en Eivissa. Los conferenciantes eran los mismos. Son miembros de la PTP, Associació per a la Promoció del Transport Públic. El que suscribe es de la AAFB, la Associació d'Amics del Ferrocarril de Barcelona. Ambas entidades mantienen relaciones fraternales y organizan muchos actos en común.

Verá usted, en 1978 yo había vuelto de la "mili", aún no habíamos recorrido ni la quinta parte de la larga marcha de la "transición", y el personal se apuntaba a los partidos políticos como el proverbial chico con zapatos nuevos. A mí no me apetecía afiliarme a ninguno, porque para mí el mejor gobierno es el que más hace por el ferrocarril. Cuando me preguntan de qué partido soy, saco de la cartera mi carnet de la AAFB y explico lo que es. Resulta muy útil como piedra de toque para valorar programas, candidatos y trayectorias.

Mi ingreso en la entidad se produjo de un modo un tanto atípico. En aquella época, la sede estaba en el inmenso y añorado local de la estación de Francia. Me presenté en la Secretaría, donde me informaron de que uno de los requisitos estatutarios para solicitar el alta era venir presentado por un socio. Malo... Yo no conocía a nadie, y nadie me conocía a mí. Pero mi buena suerte quiso que anduviera por allí un "directivo de guardia". Me llevó a visitar la exposición temporal sobre tranvías que ornaba el local en aquel momento y me hizo una entrevista mientras la íbamos viendo. Al parecer, di la talla como aspirante, porque me firmó el aval sin más dilaciones. Gracias a él soy socio de la AAFB. Era Jordi Ibáñez i Puente, nada menos, y la exposición la había preparado él mismo. En otras palabras: usted puede ser tan partidario de los tranvías y de los ferrocarriles como yo, o menos... pero más no. Como máximo, igual. Me ha parecido necesario contarle esta "batallita" porque ahora le voy a explicar por qué razones es mejor el Aerobus que el tranvía para Eivissa y Formentera.

Sobre el papel, el tranvía parece una buena idea. Es una alternativa para muchos viajes en automóvil. Y una línea desde el puerto hasta el aeropuerto podría mejorar los desplazamientos a y desde Formentera. Pero los tranvías no circulan sobre el papel. Necesitan una franja continua de terreno y un tendido eléctrico. Lo más fácil, sobre el papel, es acomodarlos en las carreteras actuales. Se puede hacer poniendo las vías en la mediana, en uno de los bordes o en ambos costados. Aunque la cosa no tuviera otros inconvenientes, no sería del gusto de los demás usuarios. Cada intersección con el resto del tráfico es una historieta, como ya se ha visto en Barcelona. Y ya sabe usted que los conductores catalanes destacan por su civismo. Aquí, con miles de coches de alquiler dando vueltas cada temporada, las cosas pintan peor.

El mayor inconveniente del tranvía es que los atascos le afectan igual que al resto de los vehículos. Por eso es mejor que circule por una ruta separada y propia. Para tenderla hace falta expropiar terrenos. Eso implica un proceso administrativo largo, caro y difícil. Hablamos de instalaciones que dividen el territorio, que siempre van a resultar un tanto molestas y que pasan por diversos municipios, gobernados tal vez por fuerzas políticas que acaso no deseen ponerse de acuerdo. Por todo ello puede costar mucho hacer las líneas.

Por otra parte, los tranvías no resultan cómodos para viajar con equipaje, que es uno de los tráficos típicos en y entre Eivissa y Formentera. Necesitan conductores, sin que ello evite los accidentes. Han de mover muchos pasajeros, con niveles de ocupación altos, para justificar sus costes de instalación y explotación. Todas las inversiones en infraestructuras maduran despacio, y éstas todavía más despacio. Hace falta mucho tiempo para extender la red hasta que resulte verdaderamente útil... pero nunca llegará a todas partes. Si los posibles usuarios tienen que ir a cinco sitios, y cuatro de ellos son accesibles con transporte público y uno sólo en coche, querrán ir a los cinco en coche. Y podría seguir, pero ya vale...

La otra opción es un sistema elevado. Un ferrocarril elevado, ya sea convencional o monorraíl, necesita soportes muy próximos. Las expropiaciones serían casi tan complicadas como las de una línea de superficie. El Aerobus tiene todas las ventajas del tranvía, y las suyas propias, porque circula sobre la mínima expresión de un ferrocarril: unos cables suspendidos en el aire, con apoyos sobre el terreno cada sesenta metros o más. A siete metros de altura no hay atropellos ni choques. Por eso no necesita conductores y se puede telecomandar toda la red desde un solo puesto de control. Funciona exactamente igual de día y de noche, en laborables y en festivos, en verano y en invierno. Como resulta más barato de explotar, entramos antes en beneficios, cosa que nos permite extender la red y captar más tráfico. Cada estación nueva alimenta a las demás.

Y tal vez su mayor ventaja sea que puede comunicar directamente Eivissa con Formentera, pasando por el aeropuerto, y resolver buena parte del transporte interior de y entre las dos islas. También mueve contenedores de carga desde el puerto de Eivissa hasta un puerto seco a medio camino entre Sant Francesc y Sant Ferran. Ya me dirá usted cómo se puede hacer eso con tranvías.

Observará usted que no he hablado para nada de autobuses. Y es que no son guiados, ni eléctricos, ni elevados, ni automáticos. Por lo tanto, no son parte de la solución, sino del problema. Si la demanda de movilidad en esta isla sigue aumentando, es evidente que no podremos satisfacerla a base de más transporte individual, más autobuses y más de lo mismo. Ahora el problema se plantea en términos de cuántas carreteras, autovías y autopistas queremos o no. La palabra clave es "queremos". De ahí ha salido el "no volem autopistes". Si ya sabemos lo que no queremos, sólo nos falta reformular la pregunta y pensar en positivo. La pregunta correcta es qué medios de transporte público sí queremos. Una vez lo hayamos decidido, sólo queda resolver los problemas técnicos de financiarlos, implantarlos y explotarlos.

Si piensa usted como yo, le espero en la PTP-Promoció del Transport Públic.

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