Juan Manuel Grijalvo - Espolón 

 

Dedico este artículo a la memoria de John Sinclair Morrison, un hombre que tuvo un sueño de juventud

y consiguió hacerlo realidad. Que cunda el ejemplo.

 

La Olympias vista de proa - http://cma.soton.ac.uk/HistShip/shiptri.htm

 

Decíamos en "La galera de Ben Hur" que "sabemos que las naves antiguas, incluso las más grandes, eran capaces de usar el espolón. Esto se deduce del simple hecho de que lo llevasen... Otro día hablaremos de las implicaciones de este asunto".

Hacia el año 800 antes de Cristo, alguien inventa el espolón y cambia por completo las tácticas navales. Antes, las "cóncavas naves" de que nos habla Homero servían para transportar tropas que iban a dar batallas en tierra o sitiar ciudades, como Troya. Los combates navales, si se daban, consistían en abordar la nave enemiga y montar una gran pelea con espadas y escudos. En cambio, el espolón permitía hundirla sin más, de forma que a los soldados, marinos y remeros que iban a bordo les quedaban dos opciones: ganar la costa a nado o ahogarse pacíficamente. Dejando que lo decidieran por sí mismos, el barco con espolón ciaba y partía en busca de otro enemigo, para aplicarle el mismo procedimiento. Lógicamente, ganaban casi todas las batallas, y el resultado fue la hegemonía de Atenas en todo el mar Egeo durante siglos.

El uso del espolón implica un rediseño general del casco. Probablemente los buques anteriores eran más bien anchos y lentos, porque el objetivo era embarcar muchos hoplitas con sus armas. Las galeras con espolón debían ser de líneas más finas y de estructura más resistente. Para aumentar la fuerza del impacto, un ingeniero naval cuyo nombre no nos ha llegado tuvo la brillante idea de colocar otra fila de remeros por encima de los que bogaban en las bandas. Probablemente, las pentecóntoras, "de cincuenta remos", ya tenían esta disposición, que hoy denominamos con la palabra latina "birreme". Poco tiempo después, otro genio olvidado añadió una hilera de remeros en la cala, abriendo huecos en el casco para que pasaran los remos. Así apareció la trirreme, que en griego se llamaba "trieres". Por lo que sabemos, ninguna nave ha llevado más de tres filas de remos superpuestas.

No sabemos mucho sobre las trirremes griegas. Probablemente, en la biblioteca de Alejandría había bastantes textos sobre estos barcos. Piense usted que fueron la tecnología punta de las armadas del Mediterráneo durante siglos. Esta información se ha perdido, pero siempre podemos especular sobre los medios que usaron los antiguos para lograr los resultados que recogen las crónicas.

Esto fue lo que hicieron John S. Morrison, estudioso de los textos clásicos, y John F. Coates, ingeniero naval. Basándose en los escritos que nos han llegado, en algunas esculturas y relieves, en el espolón de Athlit, en los restos de los astilleros del Pireo, y en sus propias deducciones, elaboraron un proyecto para reconstruir una "trieres". Y tuvieron la suerte de encontrar los mecenas para realizarlo. Fundaron el Trireme Trust, la Armada griega hizo suyo el proyecto, y por fin botaron la "Olympias" en 1987. Las primeras pruebas de mar se hicieron en Poros, Grecia... y en agosto, a temperaturas poco adecuadas para bogar. La tripulación se componía de voluntarios procedentes de equipos de remo y la fecha se eligió porque es época de vacaciones académicas. La idea era comprobar empíricamente si la reconstrucción funcionaba como nos dicen los cronistas.

Por ejemplo, Tucídides nos cuenta que, durante una acción de la guerra del Peloponeso, los atenienses se iban retirando y una nave leucadiana perseguía una trirreme ática que iba rezagada. Ocurrió que había un mercante anclado a cierta distancia de la costa, y la nave ateniense, virando a su alrededor, sorprendió a la leucadiana y le perforó el casco. Tucídides no nos dice el nombre del capitán cuyo contraataque fue tan eficaz, pero sí el del comandante del barco hundido. Era el espartano Timócrates, que se suicidó en el acto. Se trata de un caso todo lo excepcional que usted quiera, pero el mero hecho de que fuera posible nos está hablando muy, muy alto de la maniobrabilidad de la nave y del perfecto compás de la boga. La "Olympias", con una tripulación entrenada durante dos semanas, viró en redondo en un radio de dos veces y media su eslora. Y tardó un poco más de un minuto.

Clavarle el espolón a otra trirreme ya debía ser bastante difícil si estaba parada, pero ya ve usted que la nave agredida hacía todo lo posible para evitar o repeler el ataque. Un sencillo cálculo nos dice que un barco de treinta y cinco metros de eslora, andando a ocho nudos, tarda unos nueve segundos en recorrer treinta y cinco metros. En otras palabras, si usted es el comandante de una "trieres", y quiere embestir a una nave enemiga en marcha, ha de hacerlo en menos de nueve segundos, porque si no lo consigue el blanco ya no estará allí. Ya ve usted que estamos hablando de maniobras de una precisión extremada. La sincronía de la boga tenía que ser perfecta.

Esto sólo era posible con remeros en excelente forma física, bien alimentados, entrenados durante meses y "motivados" con bolsas de dracmas de buen peso. Espero que los griegos recuperen esta tradición y que ganen todas las pruebas de remo de las próximas Olimpiadas.

Hoy en día, si un Estado quiere un barco de guerra, el Parlamento vota un presupuesto, los ciudadanos pagan las gabelas que les toquen, se diseña y construye la nave, se bota, embarcan los tripulantes y, con suerte, estará a punto para entrar en acción al cabo de varios ejercicios fiscales. Mientras tanto, la guerra tal vez se haya perdido. Las potencias navales lo son porque gastan cifras astronómicas para mantener Armadas formidables... en tiempo de paz, naturalmente.

En Atenas, las cosas eran más simples. El Estado tenía barcos y almacenes públicos de pertrechos, pagados con los impuestos, digamos, normales. En tiempo de guerra, "ascendían" a trierarcas a los ciudadanos ricos y les asignaban directamente una trirreme a cada uno. Durante un año, tenían que correr con buena parte de los gastos de mantener el buque y su tripulación, a saber,  dieciséis oficiales y marinos, diez hombres de armas, cuatro arqueros y ciento setenta, repito, ciento setenta remeros. Si le parece caro, piense usted que la "gestión directa" de los asuntos públicos les ahorraba mantener también el equivalente de la A.E.A.T.

Los "galeotes" atenienses eran hombres libres. Si en alguna ocasión había que enrolar esclavos, se les liberaba previamente. No eran sólo ciudadanos con todos los derechos, sino profesionales cotizados. Cuando el espíritu cívico comenzó a decaer, los trierarcas los "fichaban" durante las escalas "a golpe de talonario". Si se encontraban sin gente para salir de puerto, se veían obligados a "birlar" el personal a otro colega... y así sucesivamente. La ley de la oferta y la demanda, ya ve usted. Cuando una tecnología requiere cierta especialización, los que la tienen están en una posición ventajosa. Mismamente como los pilotos del SEPLA cuando quieren un aumento de sueldo.

Ya ve usted que la decisión estratégica de poner espolón en la "trieres" quizá resultó más útil para mantener la democracia que todas las proclamas formales. Había pobres y ricos, como en otras partes, pero se necesitaban mutuamente, y supieron hacer un sistema político que mantuvo la cohesión social en tiempos difíciles.

 

El espolón de Athlit

 

Decíamos en "La galera de Ben Hur" que "sabemos que las naves antiguas, incluso las más grandes, eran capaces de usar el espolón. Esto se deduce del simple hecho de que lo llevasen". La pieza arqueológica más importante que nos ha llegado quizá sea el espolón de Athlit, hallado en el mar cerca de Haifa en 1980. Mide 226 centímetros de largo y pesa 465 kilos. En el siglo XXI, fundir un objeto de bronce de esas dimensiones sigue sin ser un trabajito trivial. Pues verá usted, en 1913 había  aparecido en las excavaciones de Nicópolis un muro con unos curiosos agujeros, cuya función nadie supo adivinar. En 1986, viendo los engarces de la pieza de Athlit, el historiador y arqueólogo William M. Murray cayó en la cuenta de que eran para montar espolones tomados a galeras enemigas. Aquello resultó ser la exhibición de los trofeos de la batalla de Actium. Sabemos que allí hubo naves de hasta diez órdenes. Comparando dimensiones, se deduce que el espolón de Athlit proviene de una cuadrirreme, a lo más de una quinquerreme. Así que ya puede calcular usted lo que llevaban las naves mayores, porque el "enchufe" más grande mide... el triple. Los cronistas dicen que eran bien proporcionadas y aptas para el combate, a pesar de su impresionante porte. El amigo Luis Jar Torre nos da una idea de lo que podía ser un enfrentamiento entre estos buques en "Un golpe de efecto": "En la batalla de Lisa (1866), un agresivo Almirante Tegetthof borró de la superficie al sorprendido Comandante del “Re d’Italia”, junto con su preciosa fragata acorazada de vapor, en tres minutos mediante el “novedoso” (y expeditivo) procedimiento de embestirles con su buque insignia".

 

El HMS Dreadnought en dique seco, permitiéndonos apreciar la configuración de un espolón de la época

http://www.history.navy.mil/photos/sh-fornv/uk/uksh-d/drednt8.htm

 

Por otra parte, me dice el amigo Tomàs que Federico Foerster, el más importante de los arqueólogos submarinistas catalanes, halló un espolón en los restos de un mercante romano hundido frente a las islas Formigues, entre Palamòs y Calella de Palafrugell. Foerster pensaba que los ingenieros navales de la Antigüedad ya conocían sus beneficiosos efectos sobre el andar de las naves, o sea, que ya habían "anticipado" el descubrimiento moderno de los bulbos de proa. Así, los espolones no se harían exclusivamente para barcos de guerra. Y se demostraría - una vez más - que los ingenieros antiguos no tenían menos talento que los de ahora.

Está claro que bogar en una trirreme ateniense no era ningún picnic. Sólo que la Superioridad, en vez de esforzarse en amargar la vida a los remeros, tenía muy presente que "todos vamos en el mismo barco". En cierta ocasión, una galera tuvo que hacer un viaje rápido entre El Pireo y Mitilene, que distan ciento ochenta y cuatro millas y media, 340 kilómetros. A los remeros se les pedía un esfuerzo extraordinario, así que durante la travesía fueron dándoles sopas de pan de cebada con vino y aceite, que vendrían a ser la "gasolina super" de la época. Morrison y Coates conjeturan que la hicieron en cosa de veinticuatro horas, lo que nos da una velocidad promedio del orden de 7,7 nudos, algo más de catorce kilómetros por hora. No está nada mal para un barco de remo. No sabemos cuántas dracmas les dieron al llegar, pero ya sabe usted que las personas se mueven mejor si se las "convence" con algún tipo de incentivo.

Otro día, si usted quiere, hablaremos de otros cambios en las naves, y de los efectos que pudieron tener sobre la vida - y la muerte - de la tripulación. Si le ha interesado este artículo, le ruego que visite la página del Trireme Trust, donde podrá ver varias fotografías de la "Olympias". No sé si le gustan a usted los barcos de remo. A mí me fascinan. Los que hacen regatas hoy en día son más bien tirando a pequeños. Sin embargo, resultan muy espectaculares. Por esta regla de tres, la "Olympias", con treinta y siete metros de eslora y ciento setenta remeros bogando a compás... Bueno, usted dirá lo que le parezca, para gustos se hicieron colores...

juan_manuel@grijalvo.com

 

Enlaces :

 

Y si quiere ver aún más fotografías de la "Olympias"...

"La galera de Ben Hur"...

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