Juan Manuel Grijalvo - Colectivos de Movilidad Sostenible

 

22 de septiembre de 2008

 

Verá usted, yo empecé a interesarme por el mundo del transporte antes de cumplir los dos años de edad, según he relatado en "Las 7200 y el tren de Sóller". Cuando pude me afilié a la Associació d'Amics del Ferrocarril de Barcelona, cuyas actividades incluyen el modelismo, la preservación de material histórico y los viajes en tren con locomotoras de vapor. La cosa tiene un cierto componente folklórico, que no nos impide la reflexión colectiva sobre la función social del ferrocarril como medio de transporte.

En febrero de 1985 escribí "El coche hace libre al hombre", mi primera aportación teórica a la solución de los problemas de la movilidad. El 16 de mayo de 1985 mi hermana Amaya Grijalvo se mató en un accidente de carretera. Esto me obligó a replantearme una serie de cosas; entre ellas, mis teorías sobre el estúpido modelo de movilidad al uso. Bastantes años más tarde retomé el hilo y publiqué "Época de cambios", que está en las hemerotecas desde el 1 de enero de 2000, y varios artículos, dedicados mayormente a enumerar los males del modelo. Con frecuencia, incluyen variantes de mi pregunta de siempre: si seguimos cediendo terreno a los automóviles, y no ponemos en marcha un sistema nuevo de transporte público, ¿qué puede ocurrir en Eivissa y Formentera de aquí a diez años?

Aún no se ha cumplido el plazo fatídico de mi pronóstico y la respuesta ya es evidente: una gestión desastrosa de las infraestructuras de transporte ha sobrecargado de asfalto y cemento estas islas tan pequeñas. Qué lejos queda aquella imagen idílica de aquellas dos islas blancas en el Mediterráneo. Para recuperarla no bastan los planteamientos negativos: no queremos autopistas, no queremos ampliaciones del aeropuerto, o no queremos el macropuerto "sostenible" que santificó el famoso pacto preelectoral.

Mis planteamientos positivos están, por ejemplo, en "Transporte público individual" y "Transporte colectivo privado", y en diversos ejercicios de pensamiento lateral. Es importante reflexionar sobre los verdaderos significados de las palabras. Necesitamos medios de transporte individual y colectivo, que no es exactamente lo mismo que "transporte público". Aquí y ahora, el término resulta ambiguo. En los países anglosajones, "público" designa aquellos lugares que no son domicilios privados, a los que puede acceder cualquier persona que cumpla ciertas condiciones, por ejemplo, pagar una entrada. Así, "a public house" es un bar, "a public school" es uno de esos colegios privados carísimos para los hijos de las clases pudientes, etcétera. Aquí se entiende por "público" lo que es propiedad del Estado o de otras administraciones, pero esa ambigüedad del término se vuelve palpable cuando consideramos la diferencia entre "hombre público" y "mujer pública".

El transporte colectivo, que es público en el sentido anglosajón del término, empezó siendo privado, y la aplastante mayoría de la oferta aún es privada. En Eivissa, sin ir más lejos, ninguna institución pública ofrece transporte colectivo regular a título oneroso, y aún menos gratuito. Todas las empresas son privadas; no sólo las de transporte terrestre, sino también las de navegación marítima y aérea. Las funciones sociales de las compañías se enmarcan en ciertos contratos con el Estado y las administraciones, que en ningún caso llegan al control público. Ahora se habla de formar un ente de transporte. Mi propuesta es que dicha autoridad se llame "Agència de transports col·lectius", y no "consorcio". Así subrayamos que su papel no es la mera administración de lo que hay, sino la gestión del necesario cambio del modelo. Su primera función será establecer convenios de explotación interesada con las empresas del sector. Sus estatutos han de incorporar un consenso estable de todas las fuerzas políticas, hecho con visión de futuro. Los contribuyentes no podemos permitirnos el lujo de cambiar la filosofía del modelo cada cuatro años.

La situación de partida es la misma del siglo pasado: aquí "todo el mundo" va en coche a todas partes. La razón de ello es, por ejemplo, que ha de llevar usted a sus hijos a una serie de sitios. Sus hijos no pueden ir a pie porque los caminos de acceso son peligrosos. Son peligrosos porque están llenos de los coches de los padres que llevan a sus hijos a una serie de sitios a los que es peligroso ir a pie.

Sus hijos no pueden ir a pie porque los peatones no tienen derechos. El derecho a tener una acera para caminar es menos importante que el derecho a la propiedad privada de los que tienen fincas junto al camino. Y muchísimo menos importante que el derecho de los automovilistas a circular por carreteras de dos, cuatro o seis carriles, por supuesto. Procede, por lo tanto, la formación de un colectivo que promueva el ejercicio efectivo del derecho constitucional a la movilidad de los peatones. El nombre obvio para dicha entidad es "Eivissa Camina", porque el método más simple es fundar un grupo federado con "Barcelona camina", "Catalunya camina", "Madrid camina", etcétera.

Los ciclistas tampoco tienen derechos. Sus vehículos son endebles y se ven poco. Cincuenta ciclistas proyectan una imagen mental más pequeña que cincuenta automovilistas. Por lo tanto, pedir una red coherente de carriles bici parece un capricho de cuatro chalados. En cambio, una autovía con varios túneles artificiales resulta ser una gran mejora de la seguridad... para los que puedan permitirse el lujo de tener y mantener un automóvil, naturalmente.

Esas vías tan seguras resultan muy poco seguras para los ciclistas. En cuanto a los peatones, tienen directamente prohibido circular por ellas o cruzarlas, excepto en algunos puntos, muy pocos, "protegidos" con... semáforos. Y también tienen la "alternativa" de pasar por unos puentes que les obligan a subir y bajar rampas larguísimas, cuando los hay. Donde no, los autobuses han de parar en lugares poco adecuados. Como bien decía Alfonso Ribas Prats en 2001, "la mayoría de las veces nos esforzamos en mejorar los servicios, mejores frecuencias, ampliaciones de horarios, vehículos nuevos y más modernos, etc., pero luego nos falla lo elemental, no se solucionan los apeaderos en las carreteras, se nos da una mala ubicación en las paradas, no se da preferencia al servicio público en las paradas reservadas para carga y descarga, etc."

Volviendo a los peatones, entre ellos están los usuarios del transporte público. Aunque las autovías no tuvieran otros defectos, que los tienen, dificultan y complican el acceso a las paradas de autobús. Ya sabe usted que soy socio de la PTP - Promoció del Transport Públic, un grupo que trabaja por el progreso de los medios de transporte más sostenibles. Que no son forzosamente colectivos, como lo demuestra el ejemplo del Consorcio de Transportes de Sevilla, con su iniciativa Bus+Bici. Otra prueba más de que el nombre no hace a la cosa es que dicho ente se llama Consorcio, pero responde en un todo a mi definición de Agencia: tiene imperium por sí mismo, no por delegación de otros, como nos explicó hace unos días su Director Gerente, don Armando Gutiérrez Arispón, en una conferencia que me interesó mucho.

En cuanto a los automovilistas, no necesitan una organización que defienda sus derechos porque las administraciones públicas y los partidos políticos ya se ocupan de hacerles muchas carreteras, muchas rotondas y muchos aparcamientos... de pago, naturalmente. Podríamos entrar en el análisis de las causas de que todo eso sea así, pero estoy del todo seguro de que usted, siguiendo sus propios razonamientos, llegará a las mismas conclusiones que yo.

Si usted quiere, el año que viene volveremos a celebrar el "Día sin coches", esa festividad que es cumbre y acmé de la "Semana de la Movilidad Sostenible y Segura"... en fin...

juan_manuel@grijalvo.com

 

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