Juan Manuel Grijalvo - Adrenalina
(Ultima Hora, FDS, 20 de septiembre de 2002)
En cierto punto del "Señor de los Anillos", uno de los personajes dice que "I could have felt again the joy of battle, and so ended", podía haber sentido una vez más el gozo de la batalla, y acabar así. Probablemente, este gozo que recuerda el guerrero es la subida de adrenalina con que el cuerpo se "acelera" para entrar en combate. Al parecer, esta sensación es bastante adictiva. Nuestro amigo la recuerda con agrado. Aunque termine la frase hablando de su propia muerte... Los libros de Tolkien tienen aplicabilidad. Ahora mismo hay una amplia oferta de emociones fuertes. Son cada vez menos naturales, como las drogas sintéticas. Y siempre conllevan riesgos, muchas veces graves. La sensación de velocidad es ambivalente: el miedo a la castaña sube la adrenalina, y eso es agradable. La primera vez que sube usted a una montaña rusa no le gusta. Si persevera, acaba por ser su atracción favorita. Y tiene un riesgo bastante controlado. Los automóviles, aparte su discutible función como medio de transporte, desempeñan otros muchos papeles. Ponen de manifiesto el "status" social de sus dueños. Son un tema de conversación inagotable. Y también proporcionan emociones fuertes. Si eso estuviera restringido a circuitos cerrados, los riesgos afectarían mayormente a quienes la practican. Como el boxeo, o la ruleta rusa. Pero la cosa no es así. Podríamos multiplicar los ejemplos de vehículos que se venden por sus características "deportivas". Motores potentes, grandes neumáticos y estética de "fórmula uno". Los suelen adquirir personas de posibles. Uno se pregunta por qué gastan fortunas en coches que sirven para hacer largos viajes por carreteras despejadas. Habrá tantas respuestas como personas. Pero uno, cuando los ve circulando a velocidades inadecuadas, barrunta que eso de la adrenalina anda por ahí... El fenómeno se observa también con vehículos de pocas prestaciones. A veces he oído decir que es precisa una limitación general de velocidad en toda Eivissa. Con eso se reduciría la emisión de gases con "efecto invernadero". Habría menos choques, y serían menos graves. Y no sería preciso ampliar las carreteras para mantener la seguridad dentro de esos márgenes inaceptables que ahora nos parecen "normales". Sobre el papel, es una buena idea. En la práctica, me pregunto qué medidas coercitivas se atreverían a tomar las autoridades. Y quiénes serían los encargados de aplicarlas. En Eivissa, las carreteras son competencia del Consell. Como no tiene policía, las multas las impone la Guardia Civil. El ayuntamiento de Vila no hace respetar las "Vías de Atención Preferente". Y son infracciones estáticas de fácil control. Me pregunto qué procedimiento habrán pensado los proponentes de la limitación de velocidad para llevarla a la práctica en toda la isla. Hablar del civismo exigible a residentes y visitantes me parece un tanto angelical... Mientras no haya un circuito de carreras en Eivissa, los forofos del asunto usarán las vías públicas para sus fines. La solución para esta y otras adicciones pasa por un cambio en el modelo de movilidad. Mientras tanto, seguiremos viendo cómo les cambia la suerte a los que quieren sentir una vez más el gozo de la batalla, y acabar así... |