(Ultima Hora, 12 de agosto de 2003)
Dedicado a J. F. C. P.
Lo contrario de "mercado" tal vez sea "racionamiento".
En vez de ir al "super" con el carrito de la compra, le dan
a usted una cartilla, hace cola donde le toque, y en algún sitio
le venderán a un precio tasado su cupo de carne, generalmente
de mala calidad, le pondrán el sello en el recuadro correspondiente
y... hasta la próxima. Por lo general, eso se asocia con lo que
se dio en llamar "economía planificada". El Estado,
es decir, la burocracia, dicta la organización de la producción
y el reparto de los bienes según unas directrices que emanan
del Superior Gobierno. Quien no las acepte se las tiene que ver con
un tipo musculoso que le pega en la cabeza con un garrote. Esto es lo
que hay.
A estas alturas no se puede negar que el mercado, globalmente, funciona
mejor que la "planificación" y sus cohortes de esbirros.
Verá usted, cuando un agricultor de Juneda, comarca de Les Garrigues,
quiere saber si un abono es mejor que otro, planta un campo con semillas
de hortalizas marca Acme y pone el producto A en una mitad y el producto
B en la otra. Al cosechar los frutos, es fácil medir las diferencias
en cantidad y calidad. Durante el siglo XX, este experimento se ha hecho
a gran escala en ciertos países, como Alemania, Corea o Vietnam,
y de alguna manera en toda Europa, y en el mundo entero. Los resultados
están a la vista... para quien no sea un fanático absoluto
de uno de los dos sistemas, claro.
Porque una fe ciega en las bondades del mercado tampoco nos lleva muy
lejos. La lógica del máximo beneficio para una de las
partes no tiene por qué ser la mejor para la sostenibilidad del
mecanismo a medio plazo. En cierta ocasión estaba yo en la cola
de los taxis del aeropuerto de Eivissa, con unas doscientas personas
más. De vez en cuando sonaba el teléfono de la parada.
En vano: nadie había allí para atenderlo. Ya lo ve usted:
si el ciudadano que necesitaba un taxi hubiera sido el hombre más
rico del mundo, no lo habría conseguido. Un taxi en Eivissa en
agosto está fuera del mercado. Se consigue haciendo cola en una
parada. La aplicación a rajatabla de los principios de la libre
competencia nos llevaría a que cada taxi organice una subasta
para que la gane el mejor postor y yattá. Por otra parte, la
desregulación lleva a concentrar la oferta en los servicios rentables
y abandonar los demás. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en
la Renfe, y es la causa última de accidentes como el del Talgo
de Chinchilla, impensables en líneas electrificadas de vía
doble con C.T.C., bloqueo automático, sistema ASFA (anuncio de
señales y frenado automático) y comunicación telefónica
bidireccional y permanente con los maquinistas... Que son, por supuesto,
bastante más caras de construir y de explotar que las, digamos,
"normales".
Apliquemos la fábula al mercado inmobiliario en Eivissa. La oferta
y la demanda no están equilibradas. Una de las partes tiene eso
que se ha dado en llamar una "posición dominante".
Sobre el papel, es un mercado libre. Los poderes públicos ejercen
una supervisión muy moderada sobre su actividad. En la práctica,
lo distorsionan unos factores que me recuerdan bastante a lo que sería
un mercado de taxis totalmente desregulado. El caso es que necesitamos
un taxi de vez en cuando y una vivienda todos los días. Será
por eso que cada poco hay fuertes andanadas de ruido mediático...
contra los taxis, naturalmente.
La solución de los problemas del taxi y de la vivienda pasa por
un cambio del modelo de movilidad en y entre Eivissa y Formentera. La
única intervención pública posible en el mercado
inmobiliario es ofrecer suelo edificable en lugares bien comunicados.
A su vez, eso implica mejorar el transporte colectivo y detener la invasión
de coches. En Eivissa y Formentera se han matriculado más de
cuatro mil vehículos... sólo en el primer semestre de
2003. Eso no debería ser una buena noticia para nadie.
Para terminar, una pregunta: ¿usted sabe qué gobierno
fue el que repartió cartillas de racionamiento y promulgó
"planes de desarrollo" en este país?
juan_manuel@grijalvo.com
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